Estoy seguro que hay cientos de crónicas semejantes a esta por la red. Pero claro, uno tiene su orgullo y piensa que esta es la mejor.
Ya han pasado 4 años desde que se me metió entre ceja y ceja, hacer un Ironman. Y quiso la suerte que este año la ciudad que me vio crecer, fuera la anfitriona del primer triatlón que se realizaba en el País Vasco de la marca Ironman. ¿Cómo iba a dejar pasar semejante locura en la puerta de mi casa? Tembloroso pague el pastizal que supone, e intenté los meses siguientes organizar mi caótica vida para poder sacar suficientes horas de entrenamiento para acabarlo.
Recordad que el que suscribe no es un deportista de élite y lo único que pretendía era sobrevivir a la famosa prueba.
Y cuando eres consciente de lo que vas hacer, te das cuenta que estás a las puertas. Ya no vale dar marcha atrás, que somos de Bilbao, CAGÜEN !!!!
El despliegue logístico de la «marca» es monumental. Notas que la maquinaria de esta empresa está bien engrasada y tiene mucha experiencia organizando triatlones. Por las calles vas encontrando deportistas de todo tipo. Y sin querer te haces pequeño, cuando ves los bicicletones que llevan. No paras de pensar: «no tengo nivel», «dónde me he metido?».
Es curioso porque no ves triatletas muy jóvenes. Es más, la mayoría son de 45 tacos para arriba. Muchos vienen de países realmente lejanos. Otros compiten en pareja. Pero todos llevan un séquito amplio de familiares que les apoyan incondicionalmente en esta «ida de olla».
Recoges tu dorsal, te ponen la pulsera y te dan la cotizada bolsa con el logo de IM. Sales de la carpa y lees en la llegada a meta: «Anything is possible». Eso espero, pienso.
El resto de ese día te dedicas a domar tus nervios y controlar tus esfínteres. Dejas todo el material en las respectivas transiciones. La logistica previa es muy importante, cosa que he aprendido mucho en esta prueba.
Te vas a la cama, sabiendo que no vas a dormir mucho, que desconoces si has comido suficiente y que tardarás en ver a tus familiares mañana. Pero son las 5:30 y ya estás en pie. Estómago cerrado pero comes y bebes como puedes. Coges el bus, todavía de noche. Primeros contactos con triatletas, que te cuentan que este es su Ironman número 29. Taquicardia.
Entras al box del T1. 2100 bicicletas juntas, música ambiental de película que hace que se te salten las lágrimas de la emoción. Por fin eres consciente que el día tan esperado durante meses, ha llegado.
Preparas bidones, barritas, geles…y mientras mendigas vaselina, que te has olvidado traer, conversas con algún que otro que parece más «pro»que tú. Y todos te dicen lo mismo: «hoy es un día muy muy largo, y hay que tomarlo con calma». Calma? Calma? Eso está a años luz de como te sientes ahora mismo!!!!
Pasa la hora y media volando. Neopreno puesto, y la música ahora es mucho más de batalla. Vamos al Combate!!! El ambiente con el resto de los triatletas es impresionante. Entras al cajón del que crees será tu tiempo en la natación. Porque digo esto? Porque hasta esa fecha no he nadado 3,8km en mi vida, ni he realizado 180km en bici. Podéis haceros una idea del territorio desconocido por qué iba a moverme. Que por otra parte es lo que más me gusta, cuando quieres rebasar tus propios límites.
Respira, concéntrate , visualiza la natación …y al fin…SALIDA!!!
Comienzas a nadar y los nervios se disipan. Coges ritmo. Es como en los entrenamientos. Ritmo, ritmo, ritmo. El circuito es casi un cuadrado, donde la primera recta tiene 1200 metros que se te hacen largos. Primeros giros en las bollas y comienzo a no tener puntos de referencia. Me cruzo la línea de nadadores y me separo mucho del grupo. Sufro para poder volver al redil. Me cruzo varias veces en diagonal. Yo creo que en vez de 3800 metros hice 4500. Pasan las brazadas y llegas a la última bolla, que es amarilla con el logo de IM en rojo. Comienzas a oír a la gente aplaudir…será verdad? Primera parte superada? Sales del agua y no tienes la sensación de estar muy cansado. Te quitas el neopreno a la velocidad de un triatlón de media distancia pensando que perder segundos es vital. Pero no, no pasa nada. En el box del T1 la gente está calmada. La filosofía de la carrera es totalmente diferente. Te cambias tranquilo. Hasta te da tiempo a bromear con algún compañero…te relajas. Toca la bici y esa prueba son horas.
Primeros kilómetros y comienzas a notar que la natación algo de factura ha pasado. Tu mente se pone en modo resistencia a larga distancia. Y tú objetivo se centra en comer, beber y no quemarte. Un desarrollo mayor siempre, no forzar, conservar, no pasar hambre…más viento de lo esperado. Pero la sensaciones son buenas y estoy muy animado. Los avituallamientos están muy bien colocados y los voluntarios son lo mejor.
Kilómetro 70 y una moto que no oigo se pone a mi nivel y me dice la jueza que tengo que para en el box de castigo 5 minutos por drafting. Miro delante y tengo al siguiente triatleta a 6 metros, y no me había dado cuenta porque iba a mi rollo y era cuesta arriba. Me lo tomo con filosofía, bebo y descanso. Esto no me va a desanimar. Veo a mis compañeros de la ambulancia, a mi hermana y mi padre. Los pobres han ido en bici al pantano y han esperado 3 horas para verme pasar segundos. A por la segunda vuelta.
Buena temperatura. Litros de líquido, barritas, plátanos y esperando no pinchar. Kilómetro 160. Ya has rebasado lo conocido. Notas cansancio pero el subidón es tremendo. Vas dentro del tiempo esperado y directo al centro de Vitoria.
Sueltas la bici después de 180 kilómetros. Y los primeros pasos para llegar a la T2 son agónicos. Me duelen las plantas de los pies. Entras en un terreno desconocido. Como estarán tus rodillas? tus pies? te habrás hidratado bien? Sé que las sensaciones que tenga después de ponerme las zapatillas y dar los primeros pasos me dirán si acabo o no. Vuelvo a mendigar vaselina…que triste es lo mío. Dorsal a la cintura, zapas puestas y alguien me grita desde las escaleras de los Fueros. Sorpresón de Silvia, que se hace 350 kilómetros para verme. Vaya subidón.
Comienza la maratón. No me lo creo. Me encuentro muy muy bien. Veo a mi familia, que me gritan más que nadie en toda la carrera. El ambiente en la ciudad es una pasada. Los 10 primeros kilómetros los hago a un ritmo muy bueno. Pero no todo va ser tan fácil amigos…llega el «muro» y tengo que poner un ritmo diésel y adaptarme a una carrera más conservadora. Parando en algún avituallamiento pero sabedor de que puedo terminar. Del kilómetro 10 al 20 sufro más de lo que esperaba e intento preparar mi mente para que del 20 al 30 llegue lo peor. Pero no ocurre. Ese tramo es mejor de lo esperado. Nos vamos dando ánimos entre los corredores. Todos estamos en lo mismo y todos somos iguales ante esta distancia. Tiene tanto valor el primero que llega como el último.
Pasar por la calle Herrería es un una sensación espectacular. La gente te hace un pasillo y te anima gritando y aplaudiendo durante más de 300 metros. Es alucinante. Kilómetro 38 estoy bastante reventado ya. Solo deseo que me den la última pulsera que me permitirá entrar en meta. Ya casi estoy. No me lo creo. Paso una última vez por la plaza Nueva, giro en Correos y le doy un beso al kilómetro 42.
Ahí está…ahí está…la meta. Las lágrimas hacen aparición y la rabia contenida salen por mi boca. Oigo la música y el speaker dice mi nombre: YOU ARE AN IROMAN!!! No puedo plasmar aquí la sensación indescriptible que es llegar. Me quedaría corto, seguro. Sigo llorando cuando me ponen la medalla de finisher y solo quiero abrazar a mi hijo, a mi novia, a mi familia.
La prueba ha sido dura, pero quizás no tanto como el miedo y respeto que daba la distancia. Ves caras de cansancio. No asumes lo que has hecho. Sales del box de llegada y está toda tu familia aplaudiéndote. Recompensa máxima. Qué aguante han tenido durante todo el día para verme unos pocos segundos. Pasote!
Mentiría si os dijera que no lo volvería hacer. Todo lo contrario. Ya soy un «yonki» de esto. Estoy deseando repetir la experiencia.
Si tuviera que definir todo el día con una palabra, sería: EMOCIÓN.
Gracias a todos los que vinieron a verme, o todos los que gritaron animando, a todos los que me siguieron en la distancia, a todos los consejos recibidos antes de la prueba, a todos los que me aguantaron los meses previos…GRACIAS!!!